Les comparto una anécdota que me pasó hace ya varios años al regresar de la ciudad de México en el aeropuerto.

Estábamos ya en la sala de espera a abordar el vuelo de regreso hacia la ciudad de Monterrey. Llegamos en realidad temprano y éramos casi los únicos en espera de abordar además de que el horario del vuelo (1:40pm) no es de esos donde van llenos.

Ya saben mis chamacos dando vueltas por toda la sala corriendo como lo que son niños traviesos y la cara de su mama de "trágame tierra", la cara de no soy madre de esos niños latosos y el papá, o sea yo, con indiferencia en mi teléfono viendo el “feis” 

Después de un rato llegó el avión y abrieron las puertas para que los pasajeros bajaran, la gente empezó a salir y empiezas a hacer lo típico que es ver pasar a la gente sobre todo para "viborearla".

En eso sucedió algo curioso, la gente al salir del túnel que conecta el avión con la sala debía tomar a su izquierda para recoger sus maletas o incluso simplemente salir.

Resulta que empezaron a salir los primeros y seguían hacia su izquierda para tomar la salida correcta. En eso hubo un espacio entre los primeros y los que seguían y un señor en lugar de tomar su izquierda se fue a la derecha. ¿Qué pasó entonces? A raíz de esto los que venían atrás de él siguieron la misma dirección errónea, y como la fila estaba más compacta salía y salía gente y seguían a la multitud sin ni siquiera cuestionarse si iban bien, solo seguían a la multitud.

Yo con una risa contenida veía fascinado el "experimento", hasta que salió uno que no quiso ser borrego o simplemente conocía ya la salida, si dudó un momento, alzo la mirada y con cara de "¿para dónde?" decidió ir al lado contrario.

Y siguieron pasando cosas curiosas, los que venían detrás de él también se detuvieron un momento y se cuestionaron lo mismo "ahora ¿para dónde?" e increíblemente optaron por lo que hacía la mayoría sin intentar investigar si estaba bien o mal.

Yo no me aguantaba la risa pero acabé por carcajearme al ver después de unos minutos a toda la multitud ir de regreso porque se habían equivocado de dirección, hasta alcance a escuchar a un señor que venía en voz alta diciendo "ya ven, bola de borregos, ¡todo por seguir a aquel que iba al baño!"