Ya son casi las 12, es domingo, ni hablar vamos a tener que ir a la de la 1:30,  ya no hay tiempo para apresurar a los niños, solo quedan 15 minutos y sería una hazaña quitarlos de la televisión o de sus juegos para cambiarse y llegar a la Iglesia a cumplir para la misa semanal.  “¡Carlos!, apúrate, apaga ese videojuego”, “¡Camila!, levanta tus cosas, vístete por favor que no tenemos mucho tiempo!”, así se escuchan los gritos bien coordinados entre mi esposa y yo como si supiéramos que debemos gritar uno a la vez, la experiencia ganada después de 10 años de matrimonio.

El motivo

El asistir a misa se ha vuelto rápidamente en un hábito obligado a consecuencia del requisito que tiene que cumplir Carlos, el mayor de mis 2 hijos, para poder hacer su primera comunión.  Y obligado porque nunca sentí el impulso propio de ir, a excepción de bodas, bautismos, navidad y fin de año.  

Y resulta extraño porque fui educado en escuelas maristas donde inculcaban este tipo de celebraciones. Ahora reflexiono que pase de noche y no entendí el para qué, el por qué y se me hizo fácil el adoptar el ser “devoto a mi manera”.

Ya estamos llegando a la iglesia, quedan pocos minutos y nos apresuramos para por lo menos alcanzar lugar, eso de escuchar la misa y sin lugar para sentarse vuelve muy inquietos a los niños, bueno también a los adultos. Yo los dejo en la puerta mientras estaciono el auto. En el camino a la iglesia pienso, bueno al menos es 1 hora, no es mucho, vas a ver que se pasa rápido, es claro que es uno de esos días con desgano, pues es domingo, día de descanso, no entiendo a quien se le ocurrió ponerlas ese día. 

Ya llevamos varios meses cumpliendo cada domingo con este requisito, y en el transcurso he aprovechado este tiempo para reflexionar varias cosas y he encontrado algunas respuestas.  Al principio lo tomé como algo que tenía que hacer y si no había otra opción qué mejor que encontrarle el motivo y agarrarle el gusto. 

Ya dentro de la Iglesia, trato de ubicar a mi familia, espero que no se hayan sentado muy adelante, aplicando la regla que entre menos interés exista más alejado debes estar. Pero no!, ahí están en las filas de adelante, como niños aplicados en la escuela, ni hablar, me persigno, agacho un poco la cabeza haciendo reverencia. 

Iniciando la celebración

La iglesia está casi llena, ya empiezas a notar caras conocidas de la gente que recurrentemente participa en la celebración. El silencio denota respeto, uno que otro gemido de berrinche de algún niño que no quiere estar quieto. 

Ahí estoy, sentado, esperando, expectante a lo que tenga que suceder, sé que no es mi primera vez y sé el protocolo de la ceremonia pero ahora estoy en otro “mood”, en ese de querer entender lo que pasa y el porque de las cosas, muy curioso e intrigado.

Carlos (mi hijo) está de igual manera a la expectativa, es algo nuevo, está muy atento y dispuesto a participar y por lo tanto es curioso, pregunta, ve lo que lo demás hacen, que dicen, cuando se paran, cuando se sientan, cuando se hincan. Está con su hoja tratando de seguir cada parte, a contestar cuando es requerido y claro está atento a lo que hago, quiere imitarme. Si supiera que yo hago exactamente lo mismo imitar a lo que ocurre en aquel lugar.

Empieza la ceremonia, el padre aparece, todos nos levantamos, hacemos oración, respondemos, escuchamos los cantos, nos hincamos, nos sentamos y nos volvemos a levantar, pienso “que buen protocolo para no dormirse. “, está cumpliendo el objetivo. 

Las lecturas

Durante la primera y segunda lectura tengo tiempo de pensar, de divagar, al menos creo que muchos están haciendo lo mismo, veo caras distraídas, viendo al infinito, somnolientos o aburridos, al escuchar palabras rebuscadas, poco claras. Me esfuerzo por poner atención, el micrófono no ayuda, no se entiende, no se escucha claro, vuelvo a caer en ese estado “perdido”, no entiendo que dice, me pregunto si debo entenderlo, no creo que sea el único, todos parecen tan tranquilos y tan despreocupados, yo me siento como niño en escuela tratando de escuchar a la maestra porque sé que debo escuchar sino no voy a aprender, porque supongo que a eso vamos o no?.

Empieza el evangelio, el padre se persigna, y todos lo hacemos imitándolo. Ahora escuchamos de pie, ahora es más difícil distraerse, trato de poner atención, empiezo a juntar las palabras, es difícil entender, pero no me inquieto ya que sé que al final recibiré la interpretación del padre y aclarará mis dudas. 

Y ahora depende mucho del padre que su mensaje sea claro, ya hay algunos que usan lenguaje para llegar más a los jóvenes, pero esperen, casi no hay jóvenes en esta iglesia, está repleta en su mayoría de gente mayor, de adultos, de niños pequeños. Como quiera encuentro mi primer respuesta, el mensaje es claro y sencillo, las palabras a veces rebuscadas, que parecieran sin sentido o fuera de contexto y tiempo han tomado forma. 

El mensaje de cada misa se traduce en “ayuda a tu prójimo, hermano, semejante, padre, madre, vecino, hijo, a quien sea que lo necesite”, relatado a través de una anécdota descrito en la Biblia, siempre hay una enseñanza que debiéramos aplicar en nuestra vida y por lo menos en la semana siguiente a la celebración. Ahí la llevo, voy bien creo que estoy aprendiendo.

2 momentos sensibles

La misa continúa y hay 2 momentos que se sienten y son clave y con el tiempo he aprendido a disfrutar. El padre nos pide hacer la oración que Jesús nos enseñó (“El Padre Nuestro”), en postura de petición con los brazos al cielo o todos agarrados de la mano. La unión se siente el ambiente cambia, una misma voz, haciendo la oración que todo el mundo conoce y usa en cualquier situación, al iniciar o finalizar el día, en momentos de necesidad, o celebración, el ambiente cambia se pone a tono a un acto generalizado de petición. Este momento se vive, se siente, es una experiencia.

El otro momento es al compartir el saludo de paz, empieza siendo muy íntimo, claro si vas acompañado, y luego se traslada a la gente que está cercana, gente desconocida, a veces tímida, a veces eufórica que comparte un saludo, el estrecharse las manos, el contacto físico, te transmiten buen deseo, que tengas paz. Esto es algo que no hago en mi rutina diaria, no me veo caminando por ahí y saludar a cualquier persona en la calle, decirle "la paz este contigo" sin que esa persona o se asuste o se ría de mi, la verdad no me veo. Esto solo se puede hacer aquí es parte del protocolo y una forma de practicar  para hacerlo propio una forma de comportarse con los demás.

La comunión

El protocolo continúa, el cuerpo y la sangre de cristo son compartidos, el poder del sonido de la campana que hace hincarnos y levantarnos, posiciones de respeto y de convicción, ansiosos por participar en la comunión. Largas filas de gente ordenada se forman al centro y al costado de la iglesia cada uno recibiendo la comunión del padre, pero algunos nos quedamos sentados, no podemos participar nos dicen, no has confesado tus pecados y si!!!, tengo desde que me casé que no voy a confesarme, ya ni recuerdo la larga lista de pecados que tendría que arrepentirme.  Me siento mal, me da pena, me pregunto que pensarán los demás del porque nos quedamos sentados, como pecadores sin arrepentimiento, me siento etiquetado y posiblemente juzgado. 

De qué sirve asistir a una celebración si no puedes participar, es cómo ir a un restaurante y no poder comer, ir a un bailable y no poder bailar, si ya sabes de inicio que no puedes hacerlo entonces ¿porque no nos forzamos a cumplir los requisitos? ¿Porque nos dejan entrar? No debería haber una persona revisando el “carnet” de confesiones en la entrada a ver si estoy al corriente?. De acuerdo es muy irónico, perdónenme estoy cuestionando todo.

Buscando respuestas

Estoy aprendiendo, ansioso de encontrar respuestas, cuestionando todo, no busco cambiar sino encontrar sentido, saber que responder a mi hijo que pronto recibirá su primera comunión. Al final he aprendido que debemos estar convencidos, tener un motivo de nuestra devoción y asistir a este tipo de celebraciones por algo, porque de nada sirve el hecho de asistir por asistir, de que sirve hacer gala de presencia si no se logra obtener o dar algo, o acaso pensamos la mayoría de los católicos que nuestra salvación se basa en la puntualidad y asistencia de las celebraciones. Si estamos convencidos vamos convencidos, sino para qué?, de lo contrario mejor me quedo en el carro afuera de la iglesia escuchando la narración del partido del mediodía del domingo. 

Nos levantamos al final y escuchamos al  Padre: “Podemos ir en paz, la misa ha terminado”,  “Demos gracias al Señor” – respondemos…