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"En la Tierra como en el Cielo"

Patricia MoralesJulio 06, 2020 

El premiado reconocido y único sensible compositor escribió en su despedida que solo hay una razón para despedirse de este modo: “no quiero molestar” Su legado en la tierra y el el cielo será inmortal.

Muere Ennio Morricone, el heterodoxo que silbaba canciones de amor. El célebre compositor de bandas sonoras como La misión, Cinema Paradiso y El Bueno el Feo y el Malo ha fallecido en una clínica en Roma en la que estaba ingresado como consecuencia de una caída que le fracturó el fémur.

Este lunes, a los  91 años, murió el más popular de los compositores de cine, autor entre otras de las músicas de La misiónCinema Paradiso y El Bueno el Feo y el Malo. Y hasta revolucionario. Y, por supuesto, inagotable. No sólo es el responsable de la melodía del  spaghetti-western. También lo es de buena parte del cine italiano y, apurando, el gran renovador de la banda sonora de cuantos compositores empezaron en los años 60.

Cuentan las crónicas que a los seis años, este aprendiz de trompetista convertido en icono de modernidad compuso su primera obra. Y hasta hoy mismo 520 partituras después. Inagotable. Hay quien mantiene que la mejor banda sonora de este arte secular, y hasta ligeramente milenario sin quererlo, que es el cine tiene su mejor banda sonora en   Érase una vez en América, la película con la que Sergio Leone y Morricone redefinieron el sentido del propio tiempo. Y no hay manera de llevar la contraria a los que esto piensan. Pensar en ella es recordar su música, es silbar Amapola mientras se espía el impulso y majestad del primer deseo; del primer y único amor.

Empezó a tocar la trompeta desde muy jovencito, un instrumento que ya tocaba su padre, y compuso su primera obra a la tierna edad de seis años, creó su música pensando en las historias y nunca cayó “en el equívoco del cine convertido en una sala de baile”.


Morricone buscaba siempre el eco, la reverberación. Todos los instrumentos le valen, desde el silbido humano al berimbao, pasando por el repicar de campanas que se alejan o unas imponentes masas corales. Se habla de la inspiración, en lo que al Oeste de Almería se refiere, en el Degüello mexicano de  Dimitri Tiomkin. De eso y de un tacto especial para reconocer algo tan delicado y único, a la vez que universal, como la simple emoción.

"Para mí, es más que un simple colaborador. He construido cada una de mis películas con él. No es que  Cinema Paradiso sería otra sin su música, simplemente sin  Morricone no sería. Y así una a una todas mis películas", decía hace poco menos de una semana  Giuseppe Tornatore sobre Morricone. Su comentario iba a cuenta del reestreno de la cinta que todo el mundo ama aunque sea a escondidas. Al fin y al cabo, pocas veces ha sido retratada de manera tan cálida y divertida la condición eminentemente popular de un arte, en efecto, popular.

Su música se toca y tiene un lugar en el reparto al lado del protagonista. Una mirada al sol acompañada de un golpe seco, de un chasquido, de apenas un susurro, es una mirada por fuerza mítica. Sus melodías son tan potentes que en más de una ocasión  Sergio Leone, el director de los westerns las hacía sonar en el rodaje para que fueran ellas las que marcaran la pauta de la actuación.

SU HISTORIA DE AMOR CON MARIA, AUTORA DE LAS LETRAS DE SUS BANDAS SONORAS. ELLA NO FUE SOLO "LA MUJER DE"

En 2007, recibió el Oscar Honorífico y dedicó su discurso de agradecimiento a la persona que había tenido a su lado durante los últimos setenta años, su esposa Maria Travia. "Es un acto de justicia. Mientras yo estaba componiendo, ella se estaba sacrificando por la familia y nuestros hijos",  Diez años más tarde, cuando fue honrado con otro Premio de la Academia por su trabajo en Los Odiosos Ocho, volvió a acordarse de ella: "Se lo dedico a mi esposa, Maria, mi mentora".

Su relación comenzó gracias a una persona en común. "Nos conocimos en Roma en el Año Santo: 1950. Era amiga de mi hermana Adriana", recordaba Morricone en una entrevista con el Corriere della Sera. El compositor se enamoró inmediatamente de ella, pero ella quiso esperar. Fue un cruel giro del destino lo que sellaría su amor para siempre. La joven iba conduciendo en el coche de su padre cuando se distrajo un segundo y sufrió un grave accidente que la dejó en cama durante semanas, escayolada del cuello hasta la cintura. Morricone permaneció a su lado durante su recuperación, y ahí, contaría el italiano, fue como la conquistó: "Así, día a día, gota a gota, hice que se enamorara de mí".

Se casaron seis años después, el 13 de octubre de 1956, y poco más tarde nació su primer hijo, Marco. Por aquel entonces Morricone era prácticamente un desconocido que buscaba su sitio en la industria del cine, pero no tardó en despuntar. En 1961, cuando dio la bienvenida a su segunda hija Alessandra, debutó en la gran pantalla con la banda sonora de El Federal de Luciano Salce. El siguiente éxito también vino acompañado de un nuevo  hijo: su primer filme con Sergio Leone, Por un puñado de dólares, se estrenó el mismo año en que nació su tercer hijo, Andrea, hoy director y compositor de bandas sonoras como su padre. La premiere de El bueno, el feo y el malo, en 1966, trajo el nacimiento de Giovanni, su hijo menor. Morricone ya era una estrella.

En el discurso del Oscar honorífico se disculpaba así ante su esposa: "Durante cincuenta años nos hemos visto muy poco: o estaba con la orquesta o estaba encerrado en mi estudio trabajando", confesó el compositor. En otra entrevista amplió sus palabras: "Ella ha sido muy buena al aguantarme. Es cierto, a veces soy yo quien tengo que soportarla. Pero vivir con alguien que hace mi trabajo no es fácil. Atención militar. Horarios férreos. Días enteros sin ver a nadie. Soy un tipo estricto, primero conmigo mismo, y en consecuencia con los que me rodean".

Su nombre aparece muy discretamente en los créditos de algunas de las piezas más famosas de su marido, en las que colaboró como letrista. Así fue con algunos temas de La MisiónCinema Paradiso, o Érase una vez en el Oeste, en las que aportó los versos inspirados en las tramas de las películas y que se utilizan en determinadas interpretaciones.

Era la primera en juzgar sus nuevas composiciones. "A veces los directores elegían las peores piezas de las que proponía. Después, yo tenía que rescatarlas como podía, con la instrumentación, por ejemplo", reveló el italiano en En busca de aquel sonido, su biografía.  "Comprendí que debía hacer que escucharan solo las buenas. Entonces se me ocurrió un método: empecé a llamar a mi mujer para que escuchara todos los temas. Ella me daba su opinión: 'Quédate con este, desecha este otro, Ennio. De nada", contaba. "No tiene un conocimiento técnico de la música, pero tiene el mismo instinto que el público. Y es sumamente severa. Problema resuelto: desde que los escucha Maria, los directores pueden elegir solo entre las piezas que previamente ha aprobado ella. En cambio, cuando la composición no encaja, el problema no atañe al director ni a mi esposa: esas decisiones son cosa mía".

El artista explicó en alguna ocasión cuál fue el secreto para mantener un matrimonio durante casi 70 años. No se distingue mucho de su actitud ante el trabajo. "En el amor, como en el arte, la constancia lo es todo", agregó al diario italiano. "No sé si existe el amor a primera vista o las intuiciones sobrenaturales. Sé que la consistencia y la seriedad sí. Y, por supuesto, la lealtad". VANITY FAIR

Siguieron viviendo juntos en su palazzo del centro de Roma con vistas a la Colina Capitolina. El piano de Morricone está en una enorme habitación de estilo barroco, pero como es bien sabido, el italiano no componía sentado al teclado ni tampoco en una computadora, sino en su escritorio. Era capaz de terminar una banda sonora en solo un mes.

LA INFLUENCIA MAS ALLÁ DEL CINE

Ennio Morricone recibió un  Oscar honorífico en 2006 y ganó el Oscar a la mejor banda sonora en 2016 por  Los odiosos ocho. Una línea algo más que evidente une a Leone con el director de Pulp Fiction. Entre sus trabajos cerca de la leyenda, destacan  Por un puñado de dólaresLa muerte tenía un precioEl Bueno, el Feo y el Malo o  Hasta que llegó su hora. Todos de Leone, todos de los sesenta, todos, a su modo, españoles de Almería.

 

No obstante, y pese a su fama, es uno de los compositores más versátiles de la historia del cine y también de los más influyentes del siglo XX. Sus composiciones para  Días del cielo, de  Terrence Malick,  La misión, de  Roland Joffé,  Átame, de  Almodóvar (del que no entendía ni entendió nunca su silencio) o la citada  Cinema Paradiso así lo demuestran.

 

Eso además de ser en su momento referencia para  Pier Paolo Pasolini ( Teorema y  El decamerón),  Gillo Pontecorvo ( La batalla de Argel y  Queimada!) o  Bernardo Bertolucci( Novecento y  La tragedia de un hombre ridículo). Morricone sabe que cualquier película en la que participaba era también de él; del director que sea y de su mal genio. Las películas palpitan por y con su música.

Y todo ello sin olvidar su influencia mayúscula en el pop. No es casualidad que  Muse y  Metallica abran sus conciertos con  Man with a Harmonica y  The Ecstasy of Gold, que  Pat Metheny y  Charlie Haden hayan grabado una versión del  Love Theme de, otra vez,  Cinema Paradiso o que  Danger Mouse, productor clave del pop-rock actual, haya colaborado con  Danielle Luppi para editar un álbum como Rome, un homenaje al maestro con colaboraciones de  Jack White y  Norah Jones.  Thom Yorke (cantante de  Radiohead) lo considera su "gran obsesión" y  Giorgio Moroder afirmó que fue Morricone quien le inspiró a dedicarse a la música.


Dice Morricone (o decía Morricone), en un ejercicio de modestia sorprendentemente alegre, que su trabajo no tiene más función que la de ser funcional. "Sinceramente, creo que a veces perdemos de vista lo esencial. Me preguntan por el valor de la música en una película y sólo puedo decir que mi trabajo es válido siempre que ayude a la propia película. Le diré una cosa: una película mala lo será independientemente de la banda sonora. Pero una música inspirada nunca podrá hacer buena a una película", comenta sin interrumpir ni por un segundo su inmejorable y ya eterno estado de ánimo. DEP / LA VANGUARDIA

“Yo, Ennio Morricone, he muerto”. Así empieza una carta escrita por el compositor italiano para despedirse de sus familiares y amigos y en la que “renueva” su amor a su esposa, Maria.


El abogado y amigo del compositor, Giorgio Assumma, salió para leer una curiosa carta de despedida de Morricone.

Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto”, empieza la misiva.

El oscarizado compositor explica que solo hay una razón para despedirse de este modo: “no quiero molestar”. Un recuerdo “particular” se lo dirige a Peppucio, el director Giuseppe Tornatore, para quien trabajó en todas sus películas, y a su esposa, Roberta Pacetti: “amigos fraternos muy presentes en estos últimos años de nuestra vida”, sostiene.

También cita a algunos amigos y a sus hermanas, Adriana, Maria y Franca; a sus cuatro hijos, Marco, Alessandra, Andrea y Giovanni; y a sus nietos, Francesca, Valentina, Francesco y Luca. Y en último pero especial lugar a su esposa, Maria Travia, con la que compartió su vida desde que se conocieran en 1950. A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós”, termina. 

 Inevitable con estas grandiosas composiciones, el viajar en el tiempo y sentir a mi papá con esta música entrañable que te enchina la piel, así como haber visto muchas y tantas veces la historia de amor de Toto y Elena, con Elenita de mis amores, quien tuvo la oportunidad, fortuna y el placer de escucharlo en vivo.