La Palma, perteneciente a la provincia de Tenerife, es la isla más occidental de Canarias. 

Cumbre Vieja se alza dos kilómetros por encima de la superficie terrestre, si bien es un volcán de seis kilómetros de altura desde el fondo oceánico. Es el más activo de Canarias y uno de los más activos del planeta. En los últimos cinco siglos ha entrado en erupción siete veces, la última de las cuales, acaecida en 1949, formó una falla a lo largo de la cresta del volcán que desplazó su flanco oeste hacia abajo, hacia el mar. 

Es una isla muy joven ya que surgió a partir de un gran volcán submarino hace 2 millones de años, y presenta actividad volcánica intermitente en su mitad sur, que está recorrida por una hilera de volcanes que forma una cordillera desde la caldera de Taburiente hasta el pico sur de la isla (en el extremo sur ocurrió la última erupción, del volcán Teneguía, en 1973)

Según los datos radiométricos tomados por el Climate and Environmental Science Institute de Gif-sur-Yvette, de París, esta falla es la primera que sufre el volcán en los últimos 25.000 años. 

Con poco más de 700 km2  de superficie, presenta un relieve muy abrupto, con una gran caldera volcánica central que ocupa gran parte de la isla y que alcanza los 2426 m. de altitud en su punto más elevado.

Ya en 1990, geólogos americanos comprobaron que en la última erupción del volcán Cumbre Vieja, en 1949, toda la parte suroeste de la isla se hundió 4 metros en el océano. Entonces se formó una gran falla que recorre toda la parte sur de La Palma y que separa esta mitad de la isla del resto. Se supone que este gran bloque se está hundiendo muy lentamente, pero algunas hipótesis afirman que una eventual erupción del Cumbre Vieja, en caso de que fuese lo suficientemente potente, podría terminar de fractura la isla y hacer que se derrumbase todo el gran bloque suroccidental.


En el año 2000, otros geólogos norteamericanos realizaron un estudio sobre la gran falla, a partir del cual se rodó un documental para la BBC, en el cual se apoyaba la teoría del derrumbe parcial de la isla aportando pruebas geológicas del deslizamiento de las laderas del Cumbre Vieja hacia el Atlántico.

Además, existen datos que indican que a base de este volcán se encuentra saturada de agua procedente del océano y las precipitaciones, ya que está formada por rocas muy porosas, que permiten el filtrado del agua. De este modo, se habrían formado grandes bolsas de agua en la base y los laterales del volcán que, en una eventual erupción, incrementaría enormemente el poder explosivo del magma, originando una fuerza expansiva suficiente para fracturar definitivamente la isla y derrumbar el bloque occidental hacia el océano. El desmoronamiento de estos miles de millones de toneladas de roca se vería también favorecido por el agua, que llena las fracturas y actuaría como una superficie deslizante.

Así, según sus cálculos y simulaciones informáticas, se generaría una serie de olas gigantestas, que podrían alcanzar hasta 1 km de altitud y que viajarían a 800 km/h por todo el océano Atlántico, alcanzando en pocas horas las costas de Europa, África, Estados Unidos, Centroamérica y Suramérica. Las aguas penetrarían en los continentes entre 25 y 50 km según las zonas, arrasándolo todo a su paso.
La catástrofe afectaría a unos 100 millones de personas, con pérdidas humanas y materiales incalculables.
La difusión del citado documental hizo que incluso algunas grandes compañías aseguradoras encargaran nuevos estudios para evaluar las probabilidades de que esto ocurra en un futuro cercano. Los resultados indicaron que el tiempo de retorno de las erupciones históricas del Cumbre Vieja están en torno a los 120 años, por lo que es razonable esperar una a lo largo de este siglo.

Sin embargo, hay científicos que plantean grandes dudas sobre esta hipótesis, afirmando que, si bien no puede descartarse la ocurrencia de este fenómeno, también hay evidencias de que podrían ocurrir otros acontecimientos como consecuencia de la erupción, como una múltiple fractura que no originara desprendimientos e incluso que no sucediese más que una erupción sin otras consecuencias.
En todo caso, en los últimos años se ha originado una intensa polémica científica respecto a la posibilidad de derrumbe de La Palma, con opiniones encontradas en todos los sentidos, desde los que pronostican que la catástrofe es inminente hasta los que piensan que no es probable que ocurra en varios miles de años, aún cuando el Cumbre Vieja u otro volcán  entre en erupción.